Hace muchos años en la revista Tikun publicaron una nota de un retiro urbano, una experiencia que hoy podríamos llamar extrema.
El Abad de un templo budista, de apellido reconociblemente judío, contaba de la experiencia de tres días en Manhattan que tenia algunas reglas muy estrictas.
Los participares debían sobrevivir durante tres días viviendo, durmiendo, comiendo en la calle, sin utilizar ninguno de los contactos, dinero o cualquier otro beneficio.
De solo leerlo uno podía imaginase lo duro, las barreras y tabúes que se deben derrumbar para poder completar el retiro.
Los testimonios también hablaban de la vida post retiro.
La vida era mirada después de esta experiencia, que para algunos podría ser post traumática voluntaria, de otra manera.
Tal vez el mensaje oculto de Sucot tiene que ver con este retiro.
Sucot nos susurra al oído:
“OJO todo lo que parece firme, confortable, y seguro, es solo una ilusión.”
Es por eso que durante siete días volvemos a la Suca, para decirnos a nosotros mismos que no debemos olvidar la fragilidad de la vida, de lo que nos rodea, de nuestras posesiones, títulos, logros, vínculos.
Para mí, este año ha sido una especie de Sucot.
No solo porque todo el año ha sido de viajes, idas y venidas, valijas y aeropuertos, sino también porque nuestro hogar no esta envuelto entre cuatro paredes, sino que configurado por la fragilidad de lo temporario debimos y debemos ahondar en cuales son nuestros propios valores y como resguardarlos en medio de este devenir.
Sucot llegó para nosotros como la posibilidad re-unión en la celebración de lo dinámico y el aprendizaje de que es lo permanente debajo de lo que fluye.
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