En el Libro de E. Levinas, Mas Allá del versículo, encontré esta idea que quiero compartir.
Pero entonces el lenguaje, capaz de contener más de lo que contiene, seria el elemento natural de la inspiración, a pesar o antes de ser rebajado al rango de utensilio al servicio de la transmisión de pensamientos y de información (aun si esa reducción nuca es total).
Cabe preguntarse si el hombre, el animal dotado de palabra, no es, ante todo, animal capaz de inspiración, animal profético. Cabe preguntarse si el libro en tanto que libro, antes de convertirse en mero documento, no es la modalidad bajo la cual lo dicho se expone a la exégesis y la llama, y donde el sentido inmovilizado en los caracteres, rasga ya la textura que lo sostiene.
Las categorías de animal profético, y de exégesis que propone abre un espacio para la discusión sobre estas conceptos centrales en el pensamiento judio.
Ya no podemos pensar en el profeta, como lo ve Levinas, en terminos exclusivamente externos, y a la vez la palabra escrita ya impone una hermenéutica, casi para seguir siendo palabra y no mero trazo.