La Parasha comienza con el envío de exploradores para reconocer la tierra de Canan, para tarea información que le de fortaleza al pueblo que tiene que enfrentar una tarea.
No esta claro quien es el que toma la decisión de mandar a los 12 representantes de las tribus, si es Moshe, si es un mandato Divino, si es una concesión antes un pedido del pueblo.
Solo sabemos como termina, es un desastre. Toda la generación salida de Egipto perecerá en el desierto, deambularan 40 años hasta que una nueva generación que mira la realidad con otros ojos pueda hacerse cargo.
Pero es posible explorar la tierra prometida?
Es posible mirar en el futuro y proyectarse o siempre proyectaremos en el nuestra mirada desde el presente, con nuestros anhelos, con nuestros temores,dudas y certezas?
El material objetivo era el mismo para los 12 líderes de las tribus, pero la interpretación de ese material fue distinta.
Unos vieron sus propios miedos Sus “No se puede” otros vieron sus deseos, “Subamos, es pan comido”.
Unos vieron sus debilidades otros sus fortalezas.
Unos vieron el esfuerzo que había que hacer, otros las oportunidades que tenían de tener éxito.
Los comentaristas tratan de explicar el motivo por el cual Ieoshua y Kalev vieron que la tierra era buena y que era fácil la tarea que tenían por delante. Sostienen por ejemplo que Kalev llegó a Hebron donde esta la Meharat hamajpela, y rezó junto a la Tumba de los patriarcas, lo que nos quiere decir que encontró una conexión espiritual y personal con el lugar y con el desafió de entrar en la tierra.
En nuestra vida nos pasa algo similar frente a “nuestras tierras prometidas”.
Que es lo que podemos percibir de ellas?Las amenazas, las oportunidades, la proyección de nuestra mirada?Y después de llegar,acaso seguiremos viendo lo mismo?
Explorar las promesas no es una tarea fácil, es casi una imposibilidad en si misma o un riesgo, aunque a veces lo entendemos como un derecho.
Lo que nunca podremos explorar es nuestra voluntad puesta en marcha en esas tierras.
La lección que nos deja la Tora nos habla de la conexión espiritual que debe existir con el futuro y de reconocer que existe una promesa de la que cada uno de nosotros es parte.