Las luminarias de Jánuca
La festividad de Jánuca conmemora la victoria de los Macabim sobre los Seléucidas.
Esta batalla se enmarca en las innumerables confrontaciones con otras culturas que nuestro pueblo tuvo a lo largo de su historia.
Los Macabim se pusieron de pie porque no estaban dispuestos a perder su identidad cruzados de brazos.
Hoy es cada uno de nuestro hogares también tenemos que estar de pie para que nuestra identidad judía no se pierda.
Prendemos la Luminarias de Jánuca en contra del Olvido.
Prendemos las lunimarias de Jánuca para disminuir la oscuridad espiritual que nos rodea.
Prendemos las luminarias de Jánuca para que nuestra casa sea bendecida con el privilegio de enriquecer nuestras vidas con la Luz del Judaísmo.
Prendemos las luminarias de Jánuca para que nuestros hijos conozcan de nuestros héroes y de nuestras historias.
Prendemos las luminarias de Jánuca para que la enseñanza de los Macabim continúe generación tras generación.
Este Blog es para compartir ideas y textos relevantes de la tradición judía.
Thursday, November 23, 2006
Kavana para el Primer Ner de Januca-3 de Kislev 5767
Señor del universo
Cuando nosotros tratamos de unificar al mundo, cuando tratamos de comprender que somos una unidad, a pesar de los conflictos las divisiones y el caos.
Tu permites que los milagros ocurran
No nos permitas aceptar la fragmentación que hay debajo de tu cielo, o que las dulces palabras mueran transportadas por los vientos.
Permítenos abrir nuestros corazones, permítenos arder y brillar como estas velas con la luz de tu bondad con la fuerza de tu amor,
y que podamos, reparar y repararnos para ser mejores cada día al ayudar y al curar las heridas.
Cuando nosotros tratamos de unificar al mundo, cuando tratamos de comprender que somos una unidad, a pesar de los conflictos las divisiones y el caos.
Tu permites que los milagros ocurran
No nos permitas aceptar la fragmentación que hay debajo de tu cielo, o que las dulces palabras mueran transportadas por los vientos.
Permítenos abrir nuestros corazones, permítenos arder y brillar como estas velas con la luz de tu bondad con la fuerza de tu amor,
y que podamos, reparar y repararnos para ser mejores cada día al ayudar y al curar las heridas.
¿Helenismo era el de de antes? 2 de Kislev 5767
¿Helenismo era el de de antes?
A través de la historia de la humanidad siempre existieron culturas con voluntad de dominar a otros pueblos y civilizaciones.
Los mecanismos de dominación han sido por momentos mas abierto, y en otros mas sutiles.
Muchas veces de la dominación se extraían beneficios económicos, otras solo servían para expresar una supuesta superioridad cultural, étnica, jurídica, militar etc.
Frente a estas culturas de dominación siempre existieron también culturas que tuvieron voluntad de persistir y resistir.
Estas entendieron que tenían derecho a existir, a expresarse y a desarrollarse ya que poseían un mensaje único que ofrecer a su pueblo y a la humanidad.
El choque entre ambas modalidades atraviesa los tiempos y las geografías.
El judaísmo es una de esas culturas que se opuso a la uniformidad, que declaro su derecho a ser diferente, a existir de acuerdo a sus categorías y valores.
El judaísmo es una civilización que se opuso a la dominación y se articuló internamente y externamente de tal manera que resistió a todos los embates que las culturas dominantes intentaron ejercer.
Los griegos, los romanos y todas las modalidades imperiales siempre lo intentaron,
encontrando muchas veces aliados en nuestro mismo pueblo que fueros sus portavoces y defensores más importantes, disfrazando la apropiación del espacio cultural judío de beneficios, de progreso o se modernidad y cualquier otra explicación.
En el Talmud ya encontramos la discusión de varios famoso rabinos sobre los avances que los romanos trajeron a nuestra Tierra, acueductos, comercio, etc., mientras que alguno mas desconfiado proclamo todos lo que trajeron los romanos lo hicieron solamente para beneficio propio.
Tal vez en la actualidad se nos hace mas difícil entender cual es la cultura dominante que se quiere imponer, ya que no proviene exclusivamente de un grupo, de un país o utiliza un solo idioma como vehiculo, sino que aparece como una modalidad que necesariamente tenemos que llamar global.
Es en esa cultura que comienza homogeneizando a todos uniformándonos y haciéndonos usuarios de bienes que supuestamente nos dan una identidad contemporánea, pero que inevitablemente impone sus propios valores y una visión del mundo.
El peor problema que podemos olvidar dentro del judaísmo, como cultura que se opuso a ser dominada, es que mientras algunos se escandalizan por la adquisición de formar superficiales y externas de la cultura global, silenciosamente se incorporan y se asimilan los valores y la visión del mundo que esta propone, aun en instituciones y personas que se presentan como legítimas dentro de nuestro pueblo.
El helenismo actual no tiene que ver con los aspectos externos, ni con el lenguaje que hablamos, sino con los valores con los que vivimos día a día.
Cuando en nuestra vida, o en nuestras instituciones se instala la cultura de la competencia y no la de la cooperación, la cultura de la discriminación y no la de la inclusión, la cultura del tanto tienes tanto vales, para dar solo algunos ejemplos, ha triunfado “ el helenismo” y no el judaísmo.
De la profanación a la inauguración permanente.
La historia de Januca tiene como trasfondo esta problemática y nos equivocamos cuando solamente la reducimos a contar el relato del Milagro del aceite.
El aceite del milagro es el que nos ayuda a iluminar cada rincón de nuestra vida y nos orienta para emprender las verdaderas batallas que debemos dar.
Estamos siempre al borde de la profanación, de erigir ídolos que reemplazan al verdadero creador y nos alejan de nuestra tradición, es por eso que debemos encender una y otra vez la luz que nos devuelve la autenticidad y que nos invita a una reinauguración, y a un examen permanente de nuestro accionar.
Pero esta luz no tiene solo una llama.
La proclamación del milagro de Januca se hace sumando cada noche una luminaria más.
La Janukia encendida logra el mayor de los esplendores cuando las ocho luces con sus variados tonos forman una luz mucho más potente que cuando están separadas.
Todos los brazos de la Janukia encendida dan cuenta de la diversidad interna de nuestro pueblo, y de la riqueza misma de esa diversidad.
Solo podemos enfrentar al “helenismo” cuando reconocemos las múltiples voces que conforman nuestro pueblo y cuando juntos nos sumamos a otros hermanos y hermanas encendiendo las llamas que proclaman el milagro de la luz eterna del pueblo de Israel.
A través de la historia de la humanidad siempre existieron culturas con voluntad de dominar a otros pueblos y civilizaciones.
Los mecanismos de dominación han sido por momentos mas abierto, y en otros mas sutiles.
Muchas veces de la dominación se extraían beneficios económicos, otras solo servían para expresar una supuesta superioridad cultural, étnica, jurídica, militar etc.
Frente a estas culturas de dominación siempre existieron también culturas que tuvieron voluntad de persistir y resistir.
Estas entendieron que tenían derecho a existir, a expresarse y a desarrollarse ya que poseían un mensaje único que ofrecer a su pueblo y a la humanidad.
El choque entre ambas modalidades atraviesa los tiempos y las geografías.
El judaísmo es una de esas culturas que se opuso a la uniformidad, que declaro su derecho a ser diferente, a existir de acuerdo a sus categorías y valores.
El judaísmo es una civilización que se opuso a la dominación y se articuló internamente y externamente de tal manera que resistió a todos los embates que las culturas dominantes intentaron ejercer.
Los griegos, los romanos y todas las modalidades imperiales siempre lo intentaron,
encontrando muchas veces aliados en nuestro mismo pueblo que fueros sus portavoces y defensores más importantes, disfrazando la apropiación del espacio cultural judío de beneficios, de progreso o se modernidad y cualquier otra explicación.
En el Talmud ya encontramos la discusión de varios famoso rabinos sobre los avances que los romanos trajeron a nuestra Tierra, acueductos, comercio, etc., mientras que alguno mas desconfiado proclamo todos lo que trajeron los romanos lo hicieron solamente para beneficio propio.
Tal vez en la actualidad se nos hace mas difícil entender cual es la cultura dominante que se quiere imponer, ya que no proviene exclusivamente de un grupo, de un país o utiliza un solo idioma como vehiculo, sino que aparece como una modalidad que necesariamente tenemos que llamar global.
Es en esa cultura que comienza homogeneizando a todos uniformándonos y haciéndonos usuarios de bienes que supuestamente nos dan una identidad contemporánea, pero que inevitablemente impone sus propios valores y una visión del mundo.
El peor problema que podemos olvidar dentro del judaísmo, como cultura que se opuso a ser dominada, es que mientras algunos se escandalizan por la adquisición de formar superficiales y externas de la cultura global, silenciosamente se incorporan y se asimilan los valores y la visión del mundo que esta propone, aun en instituciones y personas que se presentan como legítimas dentro de nuestro pueblo.
El helenismo actual no tiene que ver con los aspectos externos, ni con el lenguaje que hablamos, sino con los valores con los que vivimos día a día.
Cuando en nuestra vida, o en nuestras instituciones se instala la cultura de la competencia y no la de la cooperación, la cultura de la discriminación y no la de la inclusión, la cultura del tanto tienes tanto vales, para dar solo algunos ejemplos, ha triunfado “ el helenismo” y no el judaísmo.
De la profanación a la inauguración permanente.
La historia de Januca tiene como trasfondo esta problemática y nos equivocamos cuando solamente la reducimos a contar el relato del Milagro del aceite.
El aceite del milagro es el que nos ayuda a iluminar cada rincón de nuestra vida y nos orienta para emprender las verdaderas batallas que debemos dar.
Estamos siempre al borde de la profanación, de erigir ídolos que reemplazan al verdadero creador y nos alejan de nuestra tradición, es por eso que debemos encender una y otra vez la luz que nos devuelve la autenticidad y que nos invita a una reinauguración, y a un examen permanente de nuestro accionar.
Pero esta luz no tiene solo una llama.
La proclamación del milagro de Januca se hace sumando cada noche una luminaria más.
La Janukia encendida logra el mayor de los esplendores cuando las ocho luces con sus variados tonos forman una luz mucho más potente que cuando están separadas.
Todos los brazos de la Janukia encendida dan cuenta de la diversidad interna de nuestro pueblo, y de la riqueza misma de esa diversidad.
Solo podemos enfrentar al “helenismo” cuando reconocemos las múltiples voces que conforman nuestro pueblo y cuando juntos nos sumamos a otros hermanos y hermanas encendiendo las llamas que proclaman el milagro de la luz eterna del pueblo de Israel.
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